Cada vez que regreso a Colombia trato de visitar el Colegio, no solo como muestra de agradecimiento para con los Hermanos que aún permanecen desde esa época, también para recordar los frios baldosines de los pasillos, las arcadas y el patio en donde viví muchos de los más entrañables y queridos años.
Etiquetas: Mauricio Retiz
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