Tal vez sea la memoria el paraiso perdido de las infancias felices, o más bien sean las infancias felices la utopía que tantos persiguen.
En todo caso, y para no entrar en recovecos filosoficos propios de Alvaro Sabogal o Martin Ordúz, contentemonos con celebrar el encuentro con esa bendita memoria y los recuerdos de aquellos felices años.
Por este motivo les propongo que escribamos un recuerdo feliz de aquellos añós, uno, dos o tres, o 12 o 24, los que sean. Yo empiezo con uno que escribí este año en pleno mundial de fútbol.
Ahí les queda ese trompo en la uña.
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